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El emblema minero catamarqueño cumplió 66 años

por Noticias Mineras
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YMAD cumple 66 años

La empresa Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD) celebró su 66° aniversario y continúa produciendo oro y plata de las entrañas de las montañas catamarqueñas.

Sin embargo, no todos los catamarqueños saben, o conocen, la historia y los aportes que realizó YMAD a la minería nacional y sobre todo a la provincia de Catamarca.

La historia tiene matices y partes interesantes.

YMAD desarrolla una mina, hace más de 50 años, que produce oro y plata, que se llama Farallón Negro.

También, es la dueña de concesiones que le permitió a la empresa ser parte de un negocio fabuloso: La explotación de la mina de cobre y oro Bajo de la Alumbrera, de la cual YMAD fue socia directa y percibió un 20 por ciento de sus utilidades, y este es un dato que muchos catamarqueños ignoran.

Mucha tela para cortar sobre YUMAD, Alumbrera y malas conducciones, perjuicios para Catamarca y un negocio millonario.

Pero eso es harina de otro costal.

Historia viva de la minería

 Nacida en 1958, se sabe, YMAD es una empresa interestadual, con participación de Catamarca y la Universidad Nacional de Tucumán, pero para la provincia es mucho más que eso: es historia viva de la minería.

La ley 14.771 creó Yacimientos Mineros de Agua de Dionisio (YMAD) con el objeto de realizar el cateo, la exploración y explotación de los minerales existentes en la zona de Agua de Dionisio. La dirección está ejercida por dos vocales por Catamarca, dos por la Universidad Nacional de Tucumán y el presidente es designado por el Poder Ejecutivo Nacional.

Se llama Agua de Dionisio por el nombre dado por los lugareños a un extenso territorio con evidente mineralización, «descubierto» en la década del 50 por el geólogo Abel Peirano.

Se trata de una extensión de 344 kilómetros cuadrados que está ubicada en el distrito de Hualfín, del departamento Belén, de la provincia de Catamarca.

En ese territorio se ubican varios yacimientos mineros relevantes, entre los que se destacan Farallón Negro y Bajo de la Alumbrera.

Farallón Negro

En su trascendente andar de siete décadas, YMAD mantiene como emblema excluyente Farallón Negro, una mina de oro y plata subterránea que se mantiene en plena producción y es la marca registrada de Catamarca.

Sin embargo, no muchos catamarqueños y argentinos saben que se extrae oro y plata del corazón de Catamarca desde la década del 70, y menos, que la mina es operada por una empresa Inter estadual.

pasado y presente minero catamarqueño
pasado y presente minero catamarqueño

“Aquí se trabaja»

Casi quinientas personas cumplen diariamente, durante todo el año y con los rigores de las alturas belichas como marco, una rutina productiva desconocida por la mayoría.

Aquí se trabaja: sin pausa se horada la montaña, en un laberinto de túneles excavado durante décadas, para conseguir oro y plata.

Para quien nunca visitó esa remota porción de la provincia, Farallón Negro sorprende por su despliegue de infraestructura y actividad humana en medio de la nada.

Sorprende la logística, la organización, la coordinación entre hombres y mujeres que deben colaborar, sí o sí, para que la maquinaria funcione.

Actualmente el complejo es un conglomerado de instalaciones “industriales” y “civiles”, incluyendo los pabellones dormitorios que se esparcen sobre las rústicas lomadas de Belén.

Escuela, hospital e Iglesia

Farallón es, desde su inicio, una pequeña ciudad.

Hay una escuelita, hospital, iglesia, talleres varios, gimnasio, canchas de fútbol, básquet y pádel; un gran salón en donde los obreros, muchos de ellos hijos y nietos de mineros, reciben las cuatro comidas diarias y hasta una despensa para conseguir provisiones.

Hay telefonía celular e internet de alta velocidad, de manera que se puede estar en permanente contacto con el mundo.

Evolución

 “Al principio el trabajo era muy esforzado. El minero realizaba su tarea con poco más que ‘pico y pala’. La extracción del mineral era ‘a pulso’ y, como cualquiera imagina, los accidentes eran frecuentes. Ahora los protocolos de seguridad son rígidos, hay capacitaciones todo el tiempo y las máquinas colaboran mucho”, recuerda uno de los trabajadores más veteranos.

En su momento de apogeo, el emprendimiento llegó a contar con 800 personas que vivían en el lugar de forma permanente.

Esto obligó –y sigue obligando- a implementar una cuidadosa planificación de suministro de recursos: desde agua hasta alimentos, pasando por combustible, energía eléctrica, repuestos para los equipos.

Y, claro está, un aceitado sistema de transporte que lleva y trae insumos y operarios y exporta el material precioso que permite la subsistencia del proyecto minero.

La mina tuvo épocas brillantes y otras para el olvido.

Hubo momentos de crisis y  ajustes.

YMAD tuvo gestiones porteñas y catamarqueñas.

Algunas de ellas, también para el olvido y que ocasionaron serios perjuicios a los catamarqueños, pero ya escribiremos sobre eso más adelante…

Hubo caída de producción, variaciones en el precio de los metales que obligaron a trabajar más para mantener el ingreso.

 Las mujeres tuvieron su oportunidad de ingresar, especialmente en cargos técnicos. Las familias fueron dejando el antiguo poblado.

El complejo fue mutando a un lugar exclusivo de producción.

No obstante, aún hay empleados que nacieron y se criaron allí, que tienen un profundo sentido de pertenencia. La mina es su lugar en el mundo: les permite vivir a la vez que les evita el desarraigo.

El grueso de los trabajadores es de Catamarca (unos 394, el 80 por ciento), lo cual habla del impacto del proyecto en materia laboral en una zona con muchas necesidades.

Son de Belén, Andalgalá, Tinogasta y Santa María son la mayoría, pero también hay representantes de varias provincias.

El régimen laboral es de doce horas diarias y “siete por siete” para los obreros del área productiva. Siete días viven en el complejo y los otros siete están en su casa.

Metros bajo tierra

La incursión a las profundidades de la montaña precisa de una autorización como si fuera un avión a punto de despegar.

Apenas se atraviesa el hueco, la camioneta se conduce en declive suave pero firme. La oscuridad es total.

A los costados corren los ductos que llevan los servicios que se necesitan allá abajo, a varios cientos de metros. La idea es tener un panorama de las entrañas de la tierra, así que el recorrido es breve.

 La parada es en uno de los “bolsillos de servicio” del túnel que sirven para almacenar elementos de trabajo y maniobrar los vehículos. El recinto tiene unos tornillos incrustados en la bóveda y una malla metálica.

“En un sistema para asegurar el techo tras la voladura. La ubicación de los pernos parece al azar, pero está perfectamente calculada por ingenieros y geólogos”, aclara el guía.

A cada rato pasan camiones llevando el material extraído que luego se procesa en la planta de arriba, máquinas viales, combis con obreros o personal técnico y de apoyo. Complicadas maniobras se precisan para la circulación en uno y otro sentido: los choferes saben lo que hacen.

De regreso a la superficie, la luz del sol supone alivio.

Un orgullo para los catamarqueños Farallón Negro.

Un orgullo para los catamarqueños, YMAD.

Noticias Mineras con información de El Esquiú

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